EL AMANTE DE FUEGO

15.10.2020

Otra vez sábado noche, por fin un descanso después de una semana dura de trabajo. Pero solo es un sábado más, una noche más en la que me quedaré en casa sólo y con la única compañía de mi gata Azuara y alguna vieja película en blanco y negro. Son las que más me gustan, odio el cine actual, demasiado artificial, demasiados efectos especiales.
Y así llevo más de diez años, desde la última vez que salí a bailar, después de aquella noche fatídica que marcó mi vida para siempre. Una noche que asalta todos mis sueños y que llena mi corazón de inquietud y angustia.
Tan sólo las visitas a mi psicólogo me reconfortan. Él siempre me dice que he de enfrentarme a mi pasado, y tal vez tenga razón. También me dice que he de abandonar mi soledad y salir a conocer gente.
Aquella noche la soledad me aplastaba más que nunca, así que después de pensarlo mucho, me preparé con mi mejor ropa, unos pantalones negros, una camiseta roja y mi vieja chupa de cuero, fueron suficientes, así que me mire en el espejo de la entrada y me dispuse a buscar un buen sitio para bailar y conocer a alguien.

La noche comienza a caer sobre Madrid cuando salgo de casa. Siempre cuando salgo de casa a trabajar cada mañana, lo primero que veo es la Puerta de Alcalá, pero hacía muchos años que no la veía con los últimos rayos de sol iluminando su belleza.
Aún es pronto, así que será mejor que coma algo antes de buscar un buen sitio para divertirme.
Una leve llovizna comienza a mojar mi rostro y entro en un bar dispuesto a comerme una ración de patatas bravas con una cerveza. Pareciese que nada había cambiado en todo el tiempo que había pasado sin salir por la noche. La misma gente, las mismas conversaciones y en la televisión un partido de fútbol que todos miraban como si la vida les fuera en ello.
No me demoro demasiado en degustar mi cena, el ambiente de este tipo de bares siempre me ha parecido sórdido y decadente, como si el mundo se hubiera detenido cuando cruzas la puerta.
Comienzo a caminar de nuevo por las calles de Madrid, y no tardo demasiado en pararme en la puerta de un local. "Este podría ser un buen lugar para empezar la noche" -pensé- . Así que tras pagar la entrada que me daba derecho a la primera copa, entré al local.

Creo que he llegado demasiado pronto, la sala está vacía y tan sólo puedo ver a un par de camareros en cada una de las dos barras y al dj que desde lo alto de su cabina comienza a pinchar sus primeros temas. Algo tranquilo para comenzar, así que me dirijo a una de las barras y sentándome en un taburete le pido al camarero un gin tónic. -¿Como lo quieres?-
La pregunta me desconcierta y ante mi estupor y falta de respuesta, el camarero me sirve lo que le he pedido, mientras me comenta. -Eres el primero, pero en un par de horas, esto se pone a tope-. Estuvimos hablando durante un rato, no recuerdo el tiempo, hasta que los siguientes clientes entraron. Una pareja de chico jóvenes, de no más de 20 años. Decidí sentarme en una de las mesas que rodeaban la pista de baile, mientras el dj, comenzaba a poner música cada vez más animada. No conocía ninguna de las canciones, quizás había pasado demasiado tiempo desde mi última salida y me había desconectado bastante de los gustos actuales.
Esa falta de interés por lo que estaba escuchando, hizo que mis pensamientos comenzaran a fijarse en la sala, entonces me invadió una extraña sensación. Sentía como si ya hubiera estado allí antes, pero todo parecía muy distinto, los sillones, las paredes, la pista de baile, me traían recuerdos, pero era imposible, yo jamás había estado allí.

Poco a poco la gente fue llegando, gente de todo tipo, un público heterogéneo, parejas, personas solas y de todas las edades. Parece ser que es uno de los sitios de moda en Madrid y oigo comentar que un poco más tarde habrá actuaciones.
Haber llegado tan pronto me dio la posibilidad de tener un sitio privilegiado cerca de la pista, poder observar y también ser observado, la música ya estaba en su culmen y la pista comenzaba a llenarse de personas dispuestas a disfrutar.
Me fui olvidando de la extraña sensación de haber estado allí, la música y el par de copas que ya me había tomado, lo habían conseguido, aunque aún me resistía a saltar a la pista.
Me limitaba a observar a la gente y me quedaba absorto con sus movimientos, está claro que me había quedado desactualizado después de tanto tiempo.
De pronto mi ojos se fijaron en una mujer, bailaba sola en la pista, parecía que nadie la acompañaba, aunque no parecía importarle, sabía cómo disfrutar de la música.
No puedo determinar su edad, pero no creo que se aleje demasiado de la mía.
De pronto su mirada se dirigió a mí, sus ojos se clavaron en los míos y la extraña sensación de conocerla volvió a inundarme de inquietud...

Su mirada era penetrante, pero triste, sus bellos ojos relataban una absoluta soledad. En mitad de la pista de baile, rodeada de gente, pero sin que a nadie le importara su presencia, tan invisible como el viento. Sus ojos sobre los suyos y los suyos sobre los míos, tocándonos con la mirada, como si quisiéramos poseernos sin tan siquiera tocar nuestras pieles, sin tan siquiera cruzar nuestras palabras.
Ambos invisibles para el resto del mundo, para el resto de los mortales. Como si en aquella discoteca sólo estuviéramos nosotros solos, solos entre la multitud. No importaba la música, no importaban las luces, éramos dos almas en la bruma.
Aquellos ojos me habían embrujado, habían poseído mis sentidos.
De pronto, sentí en mi hombro una mano que me despertó de mi letargo. Era el camarero, que me ofrecía otra consumición. Asentí con la cabeza, pero cuando volví la mirada a la pista, aquella mujer había desaparecido.

Me preguntaba donde habría ido, había desaparecido de pronto, sólo alejé mi mirada por unos instantes de la pista de baile, pero fueron suficientes para perderla de vista. Me levanté de mi asiento para buscarla con mi mirada, pero no lograba verla. Comencé a caminar por toda la discoteca, que ya estaba abarrotada de gente. Pero mi búsqueda fue fútil, parecía como si se hubiera volatilizado. Pregunté a los camareros, pero ninguno había reparado en la presencia de aquella mujer.
El alcohol ya comenzaba a hacer sus efectos en mi vejiga, así que me dirigí a los baños, con la urgente necesidad de expulsar parte de ese alcohol.
Al entrar, sólo un hombre ocupaba uno de los urinarios, pero preferí esperar a estar solo. Mientras me coloqué frente a uno de los espejos y comencé a mojarme la cara y arreglarme un poco el pelo. Bajé la cabeza un segundo y luego miré de nuevo el espejo, mi sorpresa fue que pude ver a aquella mujer reflejada, sorprendido por su presencia en el lavabo de hombres. Rápidamente volví mi mirada hacia atrás y ya no estaba, al tiempo que la puerta de los baños se cerraba.

Es mejor que me olvide de esa mujer, tal vez sólo está en mi cabeza o tal vez sólo quiera tomarme el pelo. Siempre he sido un hombre insignificante, una sombra invisible entre la multitud. ¿Por qué ahora alguien habría de fijarse en mi si no fuera para burlarse o para gastarme una broma pesada? Nunca tuve una relación con nadie, nunca tuve amigos, o al menos mi memoria no lo recuerda.
El baño se vuelve a llenar de gente, así que me apuro para satisfacer mis necesidades y salir rápido de allí, nadie repara en mi presencia, una vez más.
Pero cuando salgo, la imagen de aquella mujer vuelve a mi cabeza, no soy capaz de escapar de su influencia, no puedo evadir mis pensamientos y una extraña fuerza, involuntaria y atroz me empuja a seguir buscando.
Ya no veo el rostro de la gente, ya no escucho la música, es como si el tiempo se hubiera detenido y todo fuera a cámara lenta.
Absorto e imbuido en la búsqueda, me tropiezo y caigo al suelo en medio de la multitud, pero nadie repara en mi caída y todos siguen bailando a mi alrededor, ajenos a mi angustia.

Alzo la mirada, mi vista está nublada y los rostros de la gente indiferente se me muestran borrosos, como en una bruma que ciega mis sentidos.
Todos bailan a mi alrededor como en un aquelarre fatídico, ignorando mi presencia, mis oídos escuchan la música y las risas en la lejanía.
De pronto un rostro nítido se muestra ante mí, era de nuevo aquella misteriosa mujer que me miraba fijamente y me ofrecía su mano, que me ayudó a levantarme y en un suave susurro me dice:
-Levántate y ven conmigo.
Me incorporé rápidamente, intentando tocar su rostro y por fin desvelar su identidad, pero ella me dijo:
-Pronto sabrás quien soy, tu mente ha estado nublada, y tus recuerdos se han borrado, pero yo te lo mostraré, los recuerdos volverán y llegará el momento de que sepas la verdad. Tú has venido hoy hasta mí, ya estás preparado.
No pude articular ninguna palabra, tan sólo seguir a aquella mujer, una fuerza me empujaba a ello, sin poder resistirme, sin poder escapar.

La seguí hasta un lugar apartado de la discoteca, un rincón que no había sido remodelado, un lugar que, si me hizo recordar, no era la primera vez que entraba allí, aquel rincón provocó que mis recuerdos volvieran a invadir mí memoria. Pero de todo aquello sólo quedaban un montón de flores secas y frescas que delataban por un lado el paso del tiempo, pero también como el resto del mundo no había olvidado la tragedia allí ocurrida. Y aquella mujer me dijo:
-Quizás ahora recuerdes el pasado, aquella noche atroz en la que de repente todo cambió. Cuando las llamas de pronto y sin avisar devoraron todo a su paso. Todos corríamos despavoridos, intentando salvar nuestras vidas. Pero no todos conseguimos hacerlo y algunos nos quedamos atrapados en este lugar, dejando nuestra vida escapar. Mira bien mi rostro, es el de tu esposa, la que has olvidado, aquella que dejaste morir entre las llamas. Podrías haber salvado mi vida, yo suplicaba sin consuelo, pero tu corrías, sólo te importaba salvar tu vida. Miraste hacia atrás y viste mi cuerpo como se consumía entre las llamas, pero tu cobardía te venció.
Desde entonces estoy atrapada, esperando que volvieras, y aquí estás.
Y ahora ya que no salvaste mi cuerpo, espero que salves mi alma.

De repente, todos los recuerdos volvieron a mi mente, todo lo olvidado había sido recordado y aquellos años que viví ignorando mi pasado volvieron a atormentarme.
Una pesada losa cayó de repente sobre mi cabeza, jamás podría vivir con aquel remordimiento, deje atrás a mi amada, mi vida, mi ser. Pude ver como moría sin hacer nada por ella, y mi mente prefirió olvidarlo todo, a afrontar la realidad. Pero el pasado vuelve tarde o temprano. Y allí estaba frente a mí, dispuesta a perdonarme y a vivir la eternidad a mi lado.
Y fue una fuerza inexplicable la que puso en mi camino aquel recipiente de gasolina, mis propias manos fueron las que rociaron mi cuerpo y con tan sólo una cerilla comencé a arder. Un dolor intenso recorrió mi cuerpo durante unos eternos minutos y después la nada.
El dolor había cesado, mi amada me cogió de la mano, y juntos comenzamos a caminar entre la oscuridad, camino de la luz.

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