TRAS LAS HUELLAS DE HELIOGÁBALO - PARTE 4 DE 6

15.08.2020

Se cuenta que cuando Heliogábalo y su madre fueron asesinados por la guardia pretoriana, sus cuerpos fueron arrastrados por toda la ciudad y arrojados al rio Tíber. Un paseo desde el Monte Palatino nos hizo hacernos una idea de la distancia que habría de recorrer el cuerpo sin vida del emperador y su madre, antes de ver sus cuerpos sumergidos en la frías y caudalosas aguas del rio romano. La fisonomía de la zona lógicamente ha cambiado en estos casi 1800 años transcurridos, pero no es difícil imaginarse las calles de la antigua roma, sus casas, sus edificios, sus templos.

Por el camino nos encontramos dos bellos templos muy bien conservados dedicados en teoría a Vesta y a la Fortuna Virilis, y justo enfrente uno de los puntos mas visitados de Roma, La Boca de La Verdad, la cual se dice que, si metes la mano y se cierra de golpe, es que eres un impostor. La realidad es menos romántica, y se sospecha que no es más que una tapa de alcantarilla que utilizaban los romanos.

Pero sin duda lo que mas me pudo llamar la atención del paseo, son los restos mucho mejor conservados de un segundo templo dedicado a Apolo, justo al lado del Teatro Marcelo, un recinto creado por Julio Cesar y terminado por Augusto.

La visita al rio Tíber, fue una de las románticas y evocadoras de este viaje al pasado, unas aguas que se tiñeron de rojo en demasiadas ocasiones, y que acogió los cuerpos sin vida de Heliogábalo y su madre Julia Soemia.

Tras este visita al Rio Tiber, teníamos que rendir homenaje al edificio mejor conservado de la antigua Roma. Construido por Adriano en el siglo II d.c, el Pantheon, en una edificación impresionante, que se conserva intacta gracias a que, en el siglo VII, fue convertida en Iglesia Católica.

El Pantheon impresiona por fuera e impresiona por dentro. Un templo concebido para dar culto, no solo a un dios, si no a todos los dioses romanos. Cuando Heliogábalo llegó a Roma como emperador, trajo consigo a su propio Dios, El-Gabal, y prohibió el culto a todo dios que no fuera el suyo. Ordenó ocultar todas las imágenes de los dioses romanos y que todos los sacerdotes rindieran culto al Dios Solar, el Sol Invictus. Aquella circunstancia, enojó a los mas altos cargos del imperio, pero agradó al pueblo que recibía con regocijo y agradecimiento los regalos del emperador. 

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